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El desarrollo de las redes culturales europeas
Cabe señalar inmediatamente que la noción de “red” es polisémica y ambigua. En
un principio, una red se entendía bajo un modelo que ligaba a una organización
central con sus « ramas ». Podemos pensar por ejemplo en las “redes de
bibliotecas”, “redes de casas de cultura”, etc., de una colectividad territorial, o bien,
las redes diplomáticas culturales, como la red desarrollada por la Asociación
Francesa de Acción Artística AFAA con el Ministerio de Asuntos Extranjeros de
Francia, o el bien conocido British Council, sin olvidar el Goethe Institute...
La noción más contemporánea de las redes corresponde a aquellas que fueron
fundadas a principios de los ochentas: se desarrollaron nuevas estructuras y
métodos de trabajo que no resultaban de un modelo organizacional tradicional. Las
“nuevas” redes buscaban permitir la cooperación directa o los intercambios entre
productores culturales, operar de manera práctica y contar con una organización
que no llevara a jerarquías o a una rigidez institucional. Era preciso que los
individuos y colectivos especializados tuvieran métodos de trabajo que facilitaran y
aceleraran la transmisión del conocimiento y los flujos de información. Esta es una
de las explicaciones por las que el fenómeno de las redes, no siendo nuevo,
incrementó su aspecto transnacional y experimentó una eclosión desconocida
anteriormente. Paul Alliès, Emmanuel Négrier y François Roche comentan
claramente en la introducción a su obra “Prácticas de intercambios culturales
internacionales: las colectividades territoriales”, que una verdadera explosión de
redes tuvo lugar a finales de los ochentas y a principios de los noventas. Los
profesionales de la cultura, las instituciones, los artistas y los intelectuales, se
habían acostumbrado ya a considerar al mundo como su terreno de acción, sin
preocuparse de las relaciones diplomáticas de sus Estados2. Esta mutación
importante fue reconocida por el Consejo de Europa desde 1988, cuando se realizó
un inventario de este sistema de relaciones. Más aún, el Consejo de Europa impulsó
los agrupamientos en redes en los sectores de actividad cultural en que la
cooperación podía ser calificada más débil. Por su parte, la UNESCO desarrolló una
política en la que el trabajo en red a nivel de gobiernos debía ser complementada